jueves, 22 de noviembre de 2007

BIOGRAFÍA DE DON ATAHUALPA YUPANQUI

Hace muchos años un señor querido llamado Atahualpa componía muchas canciones, poemas y escrituras, etc. En su pueblo siempre andaba con su guitarra tocando canciones.
Todos los aplaudían por su gran voz y se iba a otros pueblos a componer canciones, poemas, etc.


Atahualpa Yupanqui (1908-1992), cantante y compositor argentino de música popular que busca su inspiración en el folclore indígena.
Su padre era empleado de ferrocarril y, en palabras suyas, “por el lado materno, vengo de Región Arma de Guipúzcoa (España), quien se planta en medio de la pampa”. Yupanqui es impreciso en fechas, pero certero en recuerdos, como “cuando vi. a Gennuario Bustos, muerto de tres balazos en la espalda”. Bautizado con el nombre de Héctor, logró traspasar las fronteras de Argentina con sus letras, cantar con Edith Piad en París en el año 1948 y dar cientos de conciertos en varios países europeos. Durante un tiempo se estableció en la capital francesa. El Payador perseguido, primero en forma de disco y luego de libro, es la obra más completa de Atahualpa Yupanqui. En 1965 apareció El canto del viento, un libro en forma de ensayo. “El arriero”, “Trabajo, quiero trabajo” y la milonga “Los ejes de mi carreta” son tres de sus canciones más populares en todo el mundo.


AIDE Y SAMANTHA
5º A

martes, 13 de noviembre de 2007

5º A CREA SU PROPIA VERSIÓN DE LA POESÍA: LOS HERMANOS DE ATAHUALPA YUPANQUI

Los alumnos de 5º A realizaron una nueva versión acerca de la POESIA DE ATAHUALPA: LOS HERMANOS.

ENTREVISTA AL HIJO DE DON ATAHUALPA

La cuarta velada del Festival de Cosquín, le rindió tributo a uno de los más grandes músicos argentinos. Por otro lado, miles de libros con sus poemas serán distribuidos gratis en todo el país. Así lo anunció el gobierno a través de su nuevo vocero: ¡Claudio Morgado!

Una vez en una entrevista televisiva en el Canal 7, don Carlos Mogado, le preguntó al hijo de don Atahualpa:


-¿Sus padres son o fueron indígenas?

Roberto Chavero “el Koya Chavero” le respondió:
Mis abuelos eran de parte de: Atahualpa Yupanqui –seudónimo que significa "el que viene de lejos a contar algo"– tenía, sangre indígena (quechua) y, por mi madre, sangre europea (vasca). Más o menos como la Argentina, aunque a veces nos quedemos sólo con alguna parte.
En esa misma transmisión hubo una presentación del Koya Chavero, ni más ni menos que el hijo de Atahualpa. Cantó. Y no cantó mal, justo es decirlo, pero el hombre lleva sobre la espalda un peso enorme: su apellido. Ser "hijo de" algunas veces es un privilegio pero muchas otras, sobre todo para los artistas, un eclipse constante.
De cualquier manera, fue muy emotivo el recuerdo para uno de los más grandes músicos de la historia de este país, creador de buena parte del cancionero folclórico y cuya influencia es reconocida en cantidad: por ejemplo, Divididos grabó "El arriero", Calamaro reescribió aquello de "una hermana muy hermosa que se llama libertad" y Joaquín Sabina siempre lo menciona al hablar de las influencias de sus primeros años.

Sabías que…
Héctor Roberto Chavero - Atahualpa Yupanqui - nace en Pergamino, provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908. Su infancia en la pampa le permite conocer la cultura criolla, transmitida en los fogones por esos peones, estibadores o domadores, que son para él sus tíos”, decidores de sentencias, contadores de anécdotas. Luego, cuando se traslada con su familia a Tucumán, se pone en con tacto con la cultura hispanoamericana del noroeste, de aquel “camino del indio” que también lo deslumbra y le permite sumergirse en esas fuentes originarias.


Amante de la guitarra desde niño, con ella va a recorrer la patria, palmo a palmo, escudriñando en los últimos rincones para conocerla en profundidad. “A mí hijo lo agarraron los caminos”, dice su madre y efectivamente, este tenaz andariego ausculta las diversas regiones con el afán de “cantarte, tierra querida”.

Este mirar “hacia adentro”, en busca de las raíces latinoamericanas de la Argentina, significa andar a contra corriente respecto a la cultura oficial, asentada en el puerto de Buenos Aires, de espaldas al país y obsesionada solamente por las novedades europeas o norteamericanas.


Matías- Emiliano 5ºA

LITERATURA INDÍGENA DE ATAHUALPA




En el vasto territorio argentino vivían dos grupos indígenas -- al sur, los patagónicos y al norte, los andinos. Entre los patagónicos se clasifican los indios tehuelches, rampas, matacos y guaycurúes. Algunos de estos grupos tenían comunidades estables basadas en la agricultura. Otros eran cazadores y recolectores nómadas. Los indios patagónicos vivían en su mayor en el sur de la Argentina en la actual Patagonia. El nombre "patagón" que los españoles dieron a estos indígenas, según una anécdota muy difundida en la historia, se debe a la primera impresión de Hernando de Magallanes quien llegó al extremo sur de la Argentina en el año 1520. Para protegerse del frío los indígenas se hacían grandes botas de piel de guanaco que llenaban con paja; esto daba la impresión de que tenían pies muy grandes y quedó para siempre el nombre patagón.
Los indígenas de la región andina son los tehuelches, huerpes, diaguitas, capayanes, omahuacas y patamas. Como los otros habitantes de la región andina tenían conocimientos muy avanzados de la agricultura, la construcción de terraza y el riego articial. También criaban animales como la llama que les servían para comerciar con otros grupos indígenas.

Las poblaciones indígenas en la Argentina han disminuido mucho con relación a la población en general. Esto se debe al mestizaje, las campañas de exterminio (siglos 18 y 19), la inmigración considerable de Europa, especialmente en los centros urbanos. Se ha hablado mucho de la marginación del indios a través de la historia. Sin embargo muchas de sus costumbres, además de rasgos de sus lenguas, sobrevivieron entre los otros marginados de la sociedad argentina, los gauchos.



"Los indios" de Atahualpa Yupanqui (Argentina)
América es un largo camino de los indios.
Ellos son estas cumbres y aquel valle
y esos montes callados perdidos en la niebla
y aquel maizal dorado.
Y el hueco entre las piedras, y la piedra desierta.
Desde todos los sitios nos están contemplando los indios.
Desde todas las altas cumbres nos vigilan.
Ha engordado la tierra con la carne del indio.
Su sombra es centinela de la noche de América.
Los cóndores conocen conocen el silencio del indio.
Y su grito quebrado duerme allá en los abismos.
Dondequiera que vamos está presente el indio.
Lo respiramos. Lo presentimos andando sus comarcas.
Quechua, aymara, tehuelche, guarán o mocoví.
Chiriguano o charrúa, chibcha, mataco o pampa.
Ranquel, arauco, patagón, diaguita o calchaquí.
Omahuaca, atacama, tonocotés o toba.
Desde todos los sitios nos están contemplando los indios.
Porque América es eso : un largo camino
de indianidad sagrada.
Entre la gran llanura, la selva y la piedra alta.
Y bajo la eternidad de las constelaciones.
Sí. América es el largo camino de los indios.
Y desde todos los sitios nos están contemplando.
-- Atahualpa Yupanqui (Argentina, 1908-1992)



Damián y Gustavo 5º A

lunes, 12 de noviembre de 2007

EL FOLKLORE Y ATAHUALPA

DE CERRO BAYO Fragmentos (1967)
Las costumbres y tradiciones expuestas en este libro han sido observadas y cuidadosamente fijadas. No hay en toda la obra juego alguno de imaginación. Desde los detalles de los amaneceres, a los ocasos y las noches, las fiestas y las dudas y pesares de los hijos de la vida en Cerro Bayo.
Atahualpa Yupanqui
LA TARDE
En el filo de las cumbres se ha degollado la tarde. Las sombras van devorando los detalles, pero sobre la línea de los lejanos cerros se dibujan aún las claridades.
Los jóvenes las miran y tejen anhelos y quimeras; los viejos averiguan en ellas el tiempo que hará mañana. Poco a poco, el campo se va poblando de estremecimientos. Se insinúa la sinfonía del ocaso con un adagio a cargo de los violines invisibles del pajonal; luego la melodía se afirma en la flauta de los grillos que dialogan con el rumor de los montes. Los algarrobos quieren hacerse un canto en la brisa. Y las nubes se detienen un momento a escuchar.
El río viejo músico, sigue andando, andando... Se va la tarde con el regreso de los rebaños, con la canción de los pastores, con el trotecillo de las cabras, con el lejano balido de las bestias.
LA NOCHE
La noche engendra pesares y calma fatigas...
Por diversas sendas, la Quebrada recibe a sus hijos que regresan de los cerros, de los potreros, de los sembradíos.
Allí vuelve Fabián Sarapura, con el lazo sobre el hombro. Por ahí pasa el chango de la Damiana, arreando la vaca y el ternero. Allá en la sombra, el silbido de Juan Abracaite sirve de anuncio en su casa de la loma, allá abajo, monte adentro, alguien, seguramente Santiago Chauqui, está haciendo leña.
Las manos de los hombres están cansadas, olorosas como los yuyos que arrancaron, como la tierra sembrada, como el aire de la noche joven.
Los sonidos del ocaso recorren todos los matices, desde el crescendo de los chañares hasta el canto monocorde y fresco de la vertiente. Toda la tierra respira un poderoso aliento de grano maduro y música libre.

Asi como el alma humana precisa de la belleza y el dolor para crecer, el grano necesita, para vigorizarse, de la música total del árbol, de la hierba, del río y del viento. A la par del agua oportuna, regando la buena tierra, los rumores del campo favorecen el proceso prodigioso de la semilla.
Se está produciendo un reventón de estrellas. ¡ Si parece que Pachamama colgara del cielo, en cada atardecer, las espuelas de todos los gauchos que desertaron de la vida!
Se viene la noche...
La mula parda está trajinando para pararse al potrero de alfalfa, aprovechando el zanjón de la acequia grande. Cerca, el zaino se está comiendo el paisaje, poco a poco,. A veces, sus cascos tropiezan con una piedra. Y el breve chisperío alumbra un pastito recién florecido.
El último pájaro pasa en tajante vuelo, como un guijarro con alas. Lo demás, ya es pura sombra, buena y azul.
CAMINOS
Ni un rumor.
Todos los sonidos de la noche han ido desapareciendo. Duermen los grillos, calla el pajonal. El viento mismo es una cosa ausente. El aire, inmóvil.
La montaña se llena de silencios en el nacimiento de la luz. Algunas estrellas tenaces se afirman en el cielo. azul, que ha perdido su intensidad.
Sobre los montes del oriente vagan extraños tonos rosados, morados, lilas. Ya no es preciso adivinar las cosas: ahí están los algarrobos de la cuesta, la rama alta del álamo junto al camino, el pedregal, la cerca, el cauce gris del río, los oscuros terrones de tierra arada que huelen gratamente. Sobre los pastos del potrero comienzan a brillar las lágrimas del rocío.
¿Ha cantado un ave...?
Algunos ranchos despiertan a la vida del alba. Un humo breve se fuga por encima de los techos quinchados.- Palidecen los últimos tonos de la sombra. Ya no es un misterio la mañana. Ha pasado el minuto del alumbramiento. Los pájaros ensayan tímidos su canto matinal. Aletean probando la resistencia de las ramas, prontos al vuelo.
En los patios los hombres estiran los brazos para ahuyentar la pereza. La tierra los espera como una amante fresca y perfumada.
¡Caminos!
Cicatrices del anhelo, de luchas, venturas, de sueños y regresos.
Cada cruce, cada bifurcación es un puerto de adioses. Caminos.. .
Venas abiertas por donde corre la savia de la vida que... bradeña, donde repica el tranco breve de las llamas y burrillos, donde se deslizan las ushutas, donde nace el canto del hombre.
Caminos que suben las cuestas del Cerro Bayo, salpicadas. de cardones centinelas que custodian los oratorios a cielo abierto que los indios llaman apachetas. Sendas que se esconden en los montes de algarrobillo y churquis, y aparecen más allá, pasando el río, y entran por entre barrancos rojizos, arrastrándose hasta el caserío' de la villa, donde la vida se anima y las casas se aprietan como para vencer el frío y la soledad.
Caminos...
Por ellos van los hombres y las mujeres hacia los cañaverales abajeños, a cambiar una canción por paludismo. Por ellos pasan los runas arreando su hato de llamas cargadas de sal. ¡CÓmO brillan las alforjas, los chúcllos y los
CARNAVAL
Ha llegado el Carnaval. Ha venido madurando montes y pastizales. Ha bajado .de los cerros, en el grito largo del viento que trae la risa de Pullay, el duende alegre de sombrero rojo y cara enharinada. .
La Quebrada despierta en su mañana fiestera y en todos los ranchos se advierte inusitado movimiento. Las chinitas se han vestido de domingo. Los mozos han sacado a relucir sus mejores prendas camperas. Los árboles se mecen en la danza' de la mañana asoleada. Y hasta los perros se estorban en el ir y venir por los cuartos, las cocinas y los patios. " . .
Todo. el mundo marcha hacia las carpas levantadas en las afueras de la villa. .Las chicherías, los boliches del camino principal, hierven de gente. Los virques de chicha y aloja relumbran al sol. Las viejas venteras no se dan tregua vendiendo, entregando, cobrando, protestando, riendo. Las kollas madres andan por ahí, con sus huahuas llorosas y hambrientas. A veces, las conforman y se descubren el seno oscuro y laxo en el que las criaturas cumplen con el engaño y se quedan luego calladas. Todo es un desfile de colores intensos: azul, rojo, blanco, amarillo, verde, morado, batas floreadas, zarcillos de plata, sombreros relucientes, otros ovejunos. Las cimbas de las chinas relumbran más que nunca.
Los hombres conversan, se saludan cordiales, con amabilidad desusada. El Carnaval apacigua rencillas. Es una fiesta de ponchos. Ahí está el poncho rojo con guarda azul que usan los gauchos de Cerro Pircado, que han bajado en la mañana con sus chinas en ancas. Tienen platita en el bolsillo y buena ley de plata en las espuelas. Está el poncho canela de los serranos de Abra Grande, casi todos mestizos de buen pasar, dueños de grandes majadas. Está el poncho claro y colorinche del mocito pueblero que llega a la fiesta con gesto de señor, y que será seguramente el primero al que habrá que auxiliar porque no aguanta el alcohol, o habrá que dar, le una tunda porque se propasará con la china que riéndose de él le ha de cantar:
¿A qué vienes, forastero,
si te han de sacar los cueros?
Ahí están los ponchos del color de la tierra, y el poncho pardo de los runas pobres, sin flecos ni guardas, ponchos sabios de nieblas y ventiscas, cobija única en esas noches de ojos abiertos. Todos forman un oleaje crepuscular, una fantasía pictórica, cordial y melancólica a la vez.
Ahí están las orquestas, en cada chichería, en' cada carpa. En la carpa grande, la carpa de los pobres, están dos quenas, un charango, una guitarra: y un bombo. Al principio de las músicas se manifiestan ociosas durante largos intervalos. Pero ya vendrá el desendreno. Los musiqueros han comenzado a beber. Todos quieren obsequiados. Chicha, aloja, cerveza y vino: cualquier cosa que aturda los sentidos y aliviane el alma. Ya cob,ra bríos el charango. Y toda suerte de bailes se suceden. El bailecito, la zamba, la cueca, el gato, el kaluyo, el carnavalito... El pueblo gira en las danzas tradicionales y recobra posturas antiguas en la cortesanía, en los saludos.
El bailecito ha venido de arriba, del altiplano. Ha venido llorando ausencias en las quenas y riendo fiestero en las cuerdas .de los charangos. Nuestro pueblo labriego del Norte argentino lo recibió con cariño y lo adaptó. Es que la música no reconoce fronteras. Entre nuestro país y el vecino del Norte no hay mayores diferencias. El paisaje es el mismo; iguales las tierras, la piedra, el color de las ropas y la manera de sembrar; iguales sus problemas, sus sueños; igual su tragedia de pueblos olvidados.
Ya la zamba está poniendo la nota amable en la fiesta. Ceremoniosa, dulce, expresadora de amores y esperanzas, esta danza nuestra tiene una jerarquía difícil de superar. El hombre rodea gentil a la moza de ojos vivos, con su mirada ancha y. limpia, le habla con el vuelo de su pañuelo, le hace frente por momentos, desafiando esos ojos, y la deja pasar para seguirla de nuevo, en un juego magnífico de gesto y actitud hidalga. Nada hay de urgencia. Ya se rendirá la moza cuando la música obligue la última ronda, y el hombre alcanzará el amor simbólico.. y la mujer llena de dignidad, inclinará su orgullo frente al. enamorado constante y respetuoso. ¡Qué donosa es la zamba de la carpa grande!
En la tierra bien regada' se van dibujando los juegos de la danza. Apenas si las espuelas del gaucho tintinean al ritmo de la música para ayudarla, para levantar y afirmar el gesto criollo de reclamo y disimular la inquietud de la espera. .
Ella misma, morena, robusta, ataviada en blanco y morado y con las largas cimbas que le castigan la cintura, pasa y pasa la ronda del baile, sin dejar huella en el suelo, tan liviana es y tan entregada está a las cosas que le van despertando un sentimiento...
Ha llegado el Carnaval, la "Fiesta Larga" de los seres abandonados y Solitarios. El acontecimiento los congrega; se discuten temas de siembra, de minería, se engendran amores, se curan.. olvidos, se calman enojos, se olvida un poco el dolor de vivir así. ,
. El movimiento es intenso. Gentes van, gentes vienen. Allí, bajo -los árboles, se amontonan lm¡ caballos y las mulas. . Algunos han desensillado, dejando sus aperos al pie de los algarrobos, y entre zamba y zamba se acercan a echar un vistazo a las prendas y a las bestias.
-¡Se va un gato!
Mientras los músicos desparraman acordes como anuncio, las parejas se llegan bajo la enramada, bajo la galería del boliche o en el patio abierto. Algunos ensayan sus dedos en castañuelas; los más mozos se agachan y frotan sus manos en la tierra; las chinitas se acomodan sus vestidos chingados ; preparándose para el coqueteo y la conquista posterior. Allá dispara una kolla, perseguida por dos hombres que la quieren regar con cerveza. Esquiva las mesas y las sillas, se mete por entre los bailarines, pierde una ushuta y sale al camino. La alegría se apaga un momento en la pobre mujer, que desde lejos, airadamente; se despacha contra los carnavaleros, insultándolos en quechua y en castellano. Eso no es inconveniente para que después la. veamos junto a sus perseguidores, bebiendo en gran amistad, bailando con donosura, y más tarde, ebrios todos, la escuchen cantar con la caja, coplas andinas, un poco pastoriles y un - poco picarescas. .
Mientras tanto el gato ha levantado un tropel de zapateos, unos rítmicos, otros disparatados. Las espuelas se lucen en acompasado tintineo, las botas apisonan el suelo, las ushutas apenas cepillan el espacio, los ponchos se agitan en oleaje crepuscular, y las mujeres se zarandean livianas, graciosas, esquivas, tímidas. El tomtom del bombo enciende las alegrías, calienta la sangre. Por ahí, bajo la arboleda, hay un remolino de caballos y mulares, producido por un redomón que tironeando se ha desatado y busca la manera de escaparse, con las crines revueltas y la mirada brava.
-¡Tópen! ¡Tópen! ¡Párenlo...! .
Varios gritan. El animal vacila, piafa desconfiado, se estremece como queriendo atropellar la barrera de kollas que procuran pillado. Al rato está asegurado, fuetemente maneado. .
Ríen algunos. Beben todos. Bailan las parejas. La quena finge frivolidad. El charango juega su alegría mestiza. El bombo se afirma, quejándose rítmicamente. Chicha, cerveza, aloja, vino, alcohol.
Y el silencio de un año queda roto en las danzas, como un cántaro sobre el pedregal.
Los ranchos de la quebrada de. Cerro Bayo, como tantos. otros quedan vacíos, por decir así. Todo el que puede caminar, desaparece por las sendas que conducen a la villa. Es claro que queda el chango pastor, y los perros, y alguna vieja renegona que ni fuego prende. Los demás, los hombres, las chinas, las mocitas, los changos curiosos, todos andan por ahí, por las carpas, los boliche::;, los callejones...
El salteño García, que tiene un rancho y unas cuantas' botellas de alcohol en Puesto Chico, también ha compuesto la ramada, prolongando la galería, agrandando el guardapatio, allá, a tres mil metros de las salinas. y tiene su gente, que bebe y se divierte, aunque con mucho silencio y poca música. Apenas si hay un tamboril, quejándose en la tarde fría. Pero sirve para que los hombres prueben sus voces. Aplican la caja casi a la sien. Y golpean, golpean, ritmando alguna vidala arisca:
Yo no soy de aquí...
Yo soy de El Mollar...
Seguime viditay
Tal vez te ha'i gustar...
y no falta la kolla rotosa que le arrebate la caja para repiquetear a la manera altiplaneña, y contestar la copla con agudo canto:
Ese verso que ha cantau
es más viejo que mi agüela.
Procure volver p' al año
traendo una copla nueva...
Los cantos ruedan por esas cumbres, caen a las quebradas, rebotan en las peñas y se alargan en el aire fresco. Más allá, en los valles, han de estar también, entre los jarillales y las arenas, haciendo sonar las cajas y las guitarras, pechando en las trincheras con sus caballitos coludos y guapos. ¡Bien haiga la chaya...! y las mujeres vallistas, grandes carnavaleras, camaradas bailarinas, coplistas y jinetazas, gozarán de la fiesta con espíritu alegre. Y han de decir la copla:
¿Qué casta será la mía...?
Mi magre no ha sio cantora.
¡Cuando oigo sonar la caja
se me hace el mundo totora...!
Era muy tarde ya, porque la luna había andado la mitad de su jornada. Se han dormido los borrachos, por ahí: unos en el camino, otros al borde de las acequias, otros bajo los árboles. Los caballos descansan con las orejas gachas y la cabeza caída. El charango no suena ya. Las quenas se han ido apagando de tanto llorar cantares. Sólo el bombo es mago de la fiesta. Ahora alguien está gritando una copla, y el bombo lo acompaña.
Mañana se seguirá el baile.
ENTIERRO INDIO
Días pasados enterraron al padre de Fabián Sarapura. Murió de puro vivir, casi a los cien años. Mataron al perro, le rezaron las viejas y le cantaron los amigos. Lo llevaron en la media tarde, al camposanto de la loma. En el lugar se levantan unas cuantas cruces de palo tableado a cuchillo. Los kollas han pircado el terreno y, en trechos, está la tapia derruida. Por esos huecos se meten mulas y burros a estropearlo todo, buscando algún pasto. Los hombres del cortejo se pusieron a cavar la tumba. Cada tantas paladas descansaban. Y entonces los familiares del muerto los convidaban con alcohol y tabaco. Esto es vieja costumbre. Tolay había llevado la caja. No tenía el tamboril sus tientos estirados. Estando flojos, el parche se apaga en su sonido y produce entonces el tono necesario para la copla de la despedida. .
Sin gritarla, sin soltar esa voz de guijarro despeñado, Tolay dice la copla ritual:
Te dejamos, Tatay,
pa que la tierra te abrigue.
Con tu poncho y tu perro
pa que te cuide.
Nosotros seguiremos, seguiremos...
¡y al final del destino
nos toparemos!
Los dos últimos versos, como un responso, son coreados .. en voz baja por los presentes. Alguien, sobre la cabecera de la tumba, clavó el palo de la cruz utilizando una piedra como martillo. El tablerito ostentaba este .epitafio: "A Tata Sarapura. Sus hijos. Contra el olvido." .
Y allí quedó el viejo kolla, bajo los cielos sin nubes. Los labriegos se quedaron un rato rodeando la tumba, ostentando el lduelo. Después se volvieron a sus casas, envueltos en la niebla que ya comenzaba a levantarse desde el fondo de la Quebrada, como queriendo apurar el ocaso. El viento deshilachaba los amagos de la cerrazón, que se esfumaba lenta, mojando los ponchos, randa sobre la escasa barba de los viejos, abrilIantando las cimbas de las chinas y haciendo estremecer la pelambre de los flacos perros. "En el 'cerro, la muerte, como la vida, es sólo un matiz del silencio.
FUENTE: libro: Antología de Atahualpa Yupanqui Editado por Organización Editorial Novaro S.A. Barcelona España - 1974


JULIETA –AYELEN- IVAN- 5º A

domingo, 11 de noviembre de 2007

CANCIONES Y LITERATURA DE ATAHUALPA YUPANQUI





Profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular. Encontraremos así en su obra las preguntas que asaltan al pensador durante las noches de desvelo, la soledad, las quejas del pobre carente de trabajo, la dura vida del hombre de campo, los paisajes del Tucumán y de otras provincias argentinas, la evocación de diversos personajes camperos y algunos momentos autobiográficos, entre muchos otros temas.
Las formas musicales a las que recurre con mayor frecuencia son la milonga, la zamba, la chacarera, la canción norteña y la vidala.


CANCIONES:
Entre sus canciones más conocidas podemos citar: Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, y al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras.
Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.

POESÍAS
DESTINO DEL CANTO
Nada resulta superior al destino del canto.
Ninguna fuerza abatirá tus sueños,
porque ellos se nutren con su propia luz.
Se alimentan de su propia pasión.
Renacen cada día, para ser.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
El alma de la tierra, como una sombra, sigue a los seres
indicados para traducirla en la esperanza, en la pena,
en la soledad.
Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra,
si comprendes su sombra, te espera
una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
aquejarte el mal físico,
empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,
pueden burlarse y negarte los otros,
pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha,
porque no es sólo tuya.
Es de la tierra, que te ha señalado.
Y te ha señalado para tu sacrificio, no para tu vanidad.
La luz que alumbra el corazón del artista
es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
para encontrar la belleza en el camino,
la soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas,
ni sufres, ni gozas con tu pueblo,
no alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso, tu drama de hombre huraño,
solo sin soledad ...
Cantarás tu extravío lejos de la grey, pero tu grito
será un grito solamente tuyo, que nadie podrá ya entender.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará,
serán lo "anónimo",
pero ninguna tumba guardará su canto ...
TIEMPO DEL HOMBRE
La partícula cósmica que navega en mi sangre
es un mundo infinito de fuerzas siderales.
Vino a mí tras un largo camino de milenios
cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.
Luego fui la madera. Raíz desesperada.
Hundida en el silencio de un desierto sin agua.
Después fui caracol quién sabe dónde.
Y los mares me dieron su primera palabra.
Después la forma humana desplegó sobre el mundo
la universal bandera del músculo y la lágrima.
Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra.
Y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.
Entonces vine a América para nacer en Hombre.
Y en mí junté la pampa, la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
otro me dijo historias en su flauta de caña.
Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
y me dan sus mensajes las raíces secretas.
Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un Cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río, y el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.
EL GRITO
El corazón es un arco.
Casi no cabe en el pecho.
Y vuela quebrada arriba
el grito de los arrieros.
Peligro, marcha, atención.
Coraje, pena, despecho.
El grito salta en las piedras
atropellando el silencio.
Alegrías pasajeras.
Sombras que duelen adentro.
Angustia de cien caminos
tienen los gritos del cerro.
Poncho azul y colorado.
Buen caballo y buen apero.
El corazón, como un arco
que ya no cabe en el pecho.
Y en la mitad del camino
un grito que llena el cerro,
diciendo cosas distintas
aunque parezcan lo mesmo.
PARA REZAR EN LA NOCHE
Yo camino por el mundo.
Soy pobre. No tengo nada.
Sólo un corazón templado,
y una pasión: la guitarra.
Para rezar en la noche,
la guitarra.
Para un recuerdo querido,
la guitarra.
Para la patria lejana,
la guitarra.
Para quemarme por dentro,
la guitarra.
Junté puñados de arena
en mis manos bien cerradas.
Con el amor pasó igual:
abrí las manos y ... ¡nada!
¡Ay, la hermandad de los hombres!
¡Ay, mi sagrada esperanza!
¡Adónde la paz, amigos,
la paz para mi guitarra!

SONETO PARA REGUERA
Si una guitarra triste me dijera
que no quiere morir entristecida,
me pondría a rezar sobre su herida
con tal de recobrar su primavera.
Si un trovador me pidiera
un poquito de luz para su vida,
toda la selva en fuego convertida
para su corazón yo le ofreciera.
Mas, de poco valió la proclamada
pujanza de mi anhelo, si callada
la muerte te llevó, Daniel Reguera.
Pasa tu zamba por la noche oscura,
y el eco de tu voz en la llanura
sigue buscando luz y primavera.
(Mar del Plata, febrero de 1965)
AGUATERA
Aguatera de "El zanjón".
¡Alhaja niña morena!
Fuego de selva en los ojos
y música en las caderas.
Desde la acequia a tu rancho
bajo el rigor de la siesta.
Arena, sol y algarrobos
en tu tierra santiagueña.
Aguatera de "El zanjón".
Eres la misma morena
que yo he visto en Sumamao
promesando a San Esteban.
Yo te he mirado, bailando
en la carpa de la fiesta.
Con tu vestido floreado
y un moño rojo en la trenza.
Pañuelo sabio de zambas,
ala en tu mano morena.
Y despertando caprichos
al zarandear chacareras.
Huarminita de los montes
Virgen runa de la selva.
Arena, sol, algarrobos,
y un cántaro en la cabeza.
Alguna vez en la vida
volveré por esa senda,
haciendo el mismo camino
entre tu rancho y la acequia.
Y he de saludarte al paso,
aguatera santiagueña,
mientras cantan los coyuyos
en el rigor de la siesta.

SI ME VEIS MIRANDO LEJOS
Si me veis mirando lejos
abrazado a la guitarra,
es que voy sobre la mar
sin aire, ni cielo, ni agua.
Y cuando miro el oscuro
madero de la guitarra,
seguro es que voy rezando
por una Patria lejana.
Mi mano en el diapasón
se afirma como una zarpa.
Es que voy gritando cosas
que me dicta la guitarra.
Cuando inclino la cabeza
para esconder una lágrima,
estoy viviendo y muriendo
lo que ordena la guitarra.
Universo de seis cuerdas,
y un simple nombre: guitarra
caminando por el mundo
al corazón aferrada.
Si me veis mirando lejos
abrazado a la guitarra,
es que voy sobre la mar
sin aire, ni cielo, ni agua.
Keiko Carla
5º A

sábado, 10 de noviembre de 2007

HISTORIA DE LA GUITARRA


La guitarra es un instrumento que está presente en prácticamente todos los grupos de música modernos, aunque no mucha gente sabe que los antecesores de las guitarras actuales nacieron hace muchos siglos, en la antigua Grecia, donde se tocaba la cítara, un instrumento de cuerda similar. La primera referencia escrita sobre la guitarra data del siglo XIII, y se encuentra en las Cantigas de Santa María del rey Alfonso X el Sabio.

PARTES DE LA GUITARRA
La guitarra es un instrumento de cuerda pulsada. Está hecha de madera; tiene seis cuerdas, y sus dos partes principales son el mástil, que es la parte alargada, y la caja de resonancia, que es la parte más voluminosa y redondeada.
En el mástil se encuentran en clavijero, situado en el extremo, que sirve para afinar las cuerdas, y los trastes, que son las pequeñas divisiones que hay a lo largo de éste.
La caja de resonancia es hueca y tiene un orificio redondo. Es la que permite que se transmita bien el sonido.
Los guitarristas usan una mano para pisar los trastes y la otra para pulsar las cuerdas cerca del orificio de la caja de resonancia. En lugar de los dedos, también se puede usar una delgada lámina de plástico llamada púa, sobre todo, en el caso de las guitarras eléctricas o acústicas.

TIPOS DE GUITARRA

La guitarra clásica también se conoce con el nombre de guitarra española, por ser un instrumento muy típico de España, ya que acompaña siempre a los cantaores o a los grupos de flamenco. Su forma casi no ha variado desde que apareció en el siglo XVI. Las tres cuerdas más gruesas están fabricadas de metal, y las tres más finas, de nailon. Antiguamente, las cuerdas se hacían con tripas de animal.
La llamada guitarra acústica apareció ya en el siglo XX. Todas sus cuerdas son de metal, y, a pesar de tener también caja de resonancia, puede conectarse mediante un cable a un amplificador eléctrico para aumentar su volumen sonoro.
La guitarra eléctrica se ha popularizado muchísimo durante los siglos XX y XXI. Carece de caja de resonancia, pero tiene bajo las cuerdas unas piezas, llamadas pastillas, que permiten que el sonido se propague eléctricamente hacia un amplificador. Gracias a esto, una guitarra eléctrica puede tener un sonido muy poderoso. Se utiliza en todo tipo de música moderna, como el rock, el pop o el jazz. Una gran ventaja de estas guitarras es que cuenta con muchos accesorios electrónicos que permiten variar su sonido.

MÚSICA PARA LA GUITARRA CLÁSICA

En las últimas décadas, se ha compuesto mucha música para el guitarra eléctrico, debido, sobre todo, a la difusión del rock y el pop, pero en siglos anteriores no hubo muchos compositores que crearan obras para guitarra clásica.
No obstante, ya a finales del siglo XIX y durante el siglo XX, importantes músicos escribieron piezas para este instrumento; entre ellos, los españoles Manuel de Falla o Joaquín Rodrigo, que compuso el famoso Concierto de Aranjuez, para guitarra y orquesta. Otros grandes compositores de obras para este tipo de guitarra son el francés Pierre Boulez, el brasileño Heitor Villa-Lobos o el cubano Leo Brouwer.


GRANDES GUITARRISTAS


Algunos de los mejores guitarristas dentro del terreno de la música clásica han sido españoles. Entre ellos, destacan Andrés Segovia y Narciso Yepes. Ambos revolucionaron la técnica del instrumento. Yepes se caracterizó, además, por tocar a menudo con una guitarra que, en lugar de seis cuerdas, tenía doce. También es muy conocido Paco de Lucía, que fue pionero en difundir el flamenco por todo el mundo.
El estadounidense de origen mexicano Carlos Santana es una de las muchas figuras de la guitarra eléctrica que dio el siglo XX. Con el nacimiento de nuevos estilos musicales, como el jazz o el rock, a lo largo de este siglo, surgieron espléndidos guitarristas. Por destacar algunos, podríamos citar a B. B. King, Eric Clapton, Mark Knopfler, Jimmy Page, Chuck Berry, Jimi Hendrix o Pat Metheny.



Guitarra clásica
La guitarra clásica de seis cuerdas tiene ambos lados planos. Sus características han cambiado poco desde que apareció a mediados del siglo XVI.


Partes de la guitarra clásica
La guitarra clásica es un instrumento de cuerda pulsada compuesto por una caja de resonancia plana, fabricada normalmente en madera de picea o cedro, y un mástil de caoba, nogal o arce. A finales del siglo XVI alcanzó su forma actual, y a partir de entonces pocos han sido los cambios operados en su construcción.


Guitarra acústica
Las cuerdas de esta guitarra están hechas de acero. Tiene un cuerpo grande y produce un sonido grave, duro, con un agudo relativamente pequeño. Está muy difundida entre los músicos de música country.



Aidé y Samantha 5º A